domingo, 11 de diciembre de 2016

MUEBLE DEL NIDEA


Un flamante armario ropero Molten se me aparece en las narices como por encanto. Resulta curioso el misterio por el que un humilde comprador de repente se enamora de un objeto y más si cabe en este entramado popular donde miles de muebles, lámparas, platos, cuadros, jarrones y demás enseres para el hogar colapsan nuestros sentidos. Estoy algo ofuscado pero decido de inmediato que el armario Molten es hermoso, además de muy asequible. Tras una suerte de caminatas siguiendo las flechas amarillas del suelo, búsqueda de cajas con códigos enrevesados, colas para preguntar y pagar finalmente me planto en la puerta de salida de los grandes almacenes Nidea.
Me siento agotado por el ajetreo y por un momento recuerdo aquél grupo de Facebook llamado "es más difícil salir del Nidea que de las drogas". Sonrío interiormente y empiezo a inquietarme por cómo me lo voy a montar para llevar los dos grandes bultos a casa. Mi presupuesto ajustado me impide pagar por el transporte y no dispongo de coche. Por suerte pensé en todo y me traje una pequeña carretilla plegable con previsión de las dificultades.
Entre las miradas y algunas risas de los transeúntes consigo encajar y atar los dos grandes bultos en la pequeña carretilla. Soy consciente que doy una imagen algo penosa y me siento  ridículo cuando intento entrar en el ascensor del metro.
Tras un par de intentos y ayudas bondadosas de otros viajeros consigo acceder al convoy suburbano bajo la atenta mirada del resto de pasajeros que me observan con expresión de incredulidad algunos y con cierta mofa contenida los más.

Lo tengo todo previsto. No voy a hacer ningún transbordo aunque soy consciente que deberé andar cargado un buen rato para llegar a casa.
Una hora más tarde consigo subir los bultos sufriendo los 4 pisos hasta mi apartamento. La decepción que sentí al comprobar que los dos paquetes no cabían en el ascensor fue descomunal.

Cierro la puerta de mi casa y no tengo fuerzas de llegar al sofá. Tirado en el pasillo en un charco de sudor me pregunto si no podía haber conseguido  los treinta euros del transporte por algún lado. Mirando al techo me pregunto de dónde voy a sacar ahora las fuerzas y la concentración para desembalar todo y proceder al montaje.
Pese a todo y tras descansar diez minutos recordando el martirio sufrido me vengo arriba y abro las cajas examinando atentamente las piezas y atendiendo a las instrucciones primero en sueco y más tarde en español. Me pongo a ello. Son las 4 de la tarde y decido no comer hasta que mi flamante Molten esté erguido y orgulloso en mi habitación recién pintada de azul.
A las once de la noche mis fuerzas flaquean. Mis músculos desentonados recuerdan la hora y media aguantando con una mano y el pie derecho una madera inmensa mientras intentaba atornillar con la otra los malditos estantes de arriba, la barra y unos hierros extraños que espero servirán para algo más tarde.
A las once y quince paso a la fase final del montaje. Sólo me queda montar los cajones y atornillar la puerta derecha. Ahora sí, una leve sensación de emoción creciente se va apoderando de mí. Unos pocos pasos más y mi Molten estará operativo. Ya tengo los tres cajones encajados y me dispongo a dar el último paso, el más fácil: meterlos en las guías. Sin embargo al poco tiempo atino que parece que no encajan bien. Pruebo de nuevo y un intento tras otro fracasa. Me pongo nervioso y intento relajarme a través de la respiración. Compruebo las instrucciones y insisto una vez tras otra inútilmente. No puede ser que el último paso de mi pequeña odisea doméstica se me resista. Tras media hora desesperante decido analizar detalladamente las piezas ya montadas. Analizando las instrucciones doy con el problema. Las guías están atornilladas al revés! Cabreado conmigo mismo pero a la vez feliz por haber hallado la solución descubro que para poder deshacer el entuerto y poder por fin instalar los cajones dentro del armario deberé una tras otra desmontar cada pieza, tuerca, tornillo, puerta, guía y demás hasta tener que empezar de nuevo. No puede ser. Me desespero y maldigo. Tiro con rabia el destornillador y le pego una patada al embalaje. Lloro de rabia. Me retiro a la cocina y me abro una lata de cerveza. Mi mente divaga en círculos tentado con la idea de disponer de un flamante Molten pero sin cajoneras internas. Me esfuerzo per desechar esta idea. Quiero desmontar todo de nuevo e ir al origen del problema. Sin embargo algo me retiene. Como siempre en mi vida me resulta muy complejo y cansado volver atrás, al origen de todos mis errores para solventarlos de raíz. Resulta extraño. A menudo conozco el principio de mis males, la maldita guía ajustada al revés en algún momento de mi vida pero no soy capaz de desmontarlo todo para, esta vez sí, montarlo de manera correcta.

Termino mi cerveza cansado. El sueño me vence. Cuelgo la primera percha dentro del armario antes de cerrarlo y meterme en la cama. Destierro los cajones sobrantes a la habitación vacía. Con los ojos entreabiertos observo brevemente mi nuevo Molten. Qué bonito queda a juego con las paredes recién pintadas.